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Senderos y Rutas en la Alpujarra Senderos Gr 7

El senderismo en la Alpujarra de Granada, comunidad de Andalucía es una actividad recreativa que se desarrolla en el medio natural, que de una forma encauzada contribuye así a la conservación y protección del entorno ambiental.

En nuestro municipio existen diversos senderos que nos permiten conocer de una forma relajada los elementos patrimoniales y naturales, además de poder descubrir lugares donde el progreso no ha llegado. Los senderos “oficiales” de la Alpujarra de la Sierra son cuatro, y discurren entre los parajes más genuinos y mejor conservados de la singular comarca. Caminos por los que, desde hace siglos, han transitado los habitantes de esta tierra, mercaderes y viajeros.

La Alpujarra de Granada, Senderos GR 7

Vivir la naturaleza al mismo tiempo que se disfruta practicando los deportes favoritos es muy fácil en la Alpujarra, ya que el turista se encuentra inmerso en el medio natural con el que convive desde el amanecer hasta la puesta de sol.

 

La altitud de estos parajes, las abundantes masas forestales y las corrientes de agua, proporcionan un clima fresco y agradable que invita, a quienes de ello disfrutan, a realizar excursiones de uno o más días que discurran entre la baja y la alta montaña. La presencia de refugios, albergues y áreas de acampada en la zona y la cercanía entre municipios, permiten realizar excursiones diversas. Una mochila, una gorra y unas buenas botas pueden ser suficientes para disfrutar de una agradable excursión.

 

Para los amantes del riesgo, la zona ofrece gratas sorpresas: laderas escarpadas en las que practicar la escalada y las ascensiones a la Sierra.

 

Para dar una idea de la evolución del senderismo hay que decir que este sendero que pasa por la Alpujarra (el GR-7) nació en Francia hace más de 50 años, lo dejaron en Pirineos y se pusieron en contacto con nuestro país para que lo continuaran. Siguieron balizándolo los catalanes hace 30 años (con él se iniciaron en esta actividad del senderismo).

Sendero de Gran Recorrido por la Alpujarra – Gr 7

Y en Granada se terminó de señalar hace pocos años. Continua por Málaga, Cádiz y termina en Tarifa. Y se espera que sea el primer sendero intercontinental, ya que está en estudio que continúe por el norte de África. Este sendero parte de Grecia y se le conoce en Europa con la denominación de E-4.

Dividimos el GR-7 a su paso por la Alpujarra en siete jornadas:

Detalles de la actividad

  • Duración: 3h
  • Personas: de 2 a 10
  • Dificultad: media

DISTANCIA Y TIEMPO ENTRE NÚCLEOS URBANOS.

Laroles – Júbar: 5 Km 1h. 30’

Júbar – Mairena: 1,2 Km 15’

Mairena – Nechite: 6 Km 1h. 10’

Nechite – Válor: 1,8 Km 25’

El sendero parte del barrio alto de Laroles a 1.043 m. de altitud, desde donde se divisan las techumbres planas cubiertas de launa de las casas de todo el pueblo. Sobresale en el paisaje la torre de la Iglesia del Rosario que recuerda más el alminar de una mezquita, sorprendiendo su cúpula cubierta de lajas de pizarra. Al fondo destaca el valle del Río Grande de Adra, una cuenca que tras coger las aguas de Sierra Nevada, desciende de norte a sur directamente al Mediterráneo, abriéndose paso entre la Sierra de Gádor y la Sierra de la Contraviesa.

La carretera (antigua C-431) la tenemos que dejar a la salida de Laroles en dirección a Mairena, pasada la era de los Rubios, para tomar el camino conocido como el de la Sierra o a los Molinos. Esta pista que va entre almendros la dejamos cuando pasa frente a un corral, para seguir por la tradicional vereda que sale a la izquierda remontando por un antiguo molino. Si es primavera, podremos ver deslizarse sobre la “Piedra de la Resvalaera” el agua que lleva su acequia. Al dejar el molino atrás se junta la vereda con una bifurcación de la pista, ahí tomamos el desvío de la izquierda que cruza, entre una encina y un serbal, la acequia que sirvió para alimentar los nueve molinos que había en esta zona.

Al poco de pasar otro molino, dejamos un desvío a la izquierda que va a una cantera ya abandonada: un “tejar”. La pista anterior que subía a la derecha va también a una cantera de este tipo pero en uso.

En la Alpujarra Oriental se denomina teja a la laja que se coloca en el techo de las casas encima de los palos y debajo de la launa. En la Alpujarra Occidental la teja es la cerámica de forma curva que se pone en los tejados, y a la laja de piedra que nos hemos referido se le llama losa. Estas lajas además se utilizan para la construcción de zócalos, aleros y suelos.

Al acercarnos a unos hermosos chopos, seguimos a la izquierda para adentrarnos en el barranco y cruzar el río a la altura de un pequeño salto de agua que se forma entre dos piedras cubiertas de helechos. Una fuerte y larga pendiente nos adentra en los castañares. Al final cuando volvamos a ver el bosque de helechos nos encontramos a la derecha una pequeña ruina de un cortijo de piedra y justo encima, la pista que seguiremos hacia la izquierda.

Ahora por la pista disfrutamos de un apacible paseo. Ya vimos esta loma cuando marchábamos por enfrente cubierta de castaños y encinas en las zonas altas y sus barrancos con las riberas tapizadas de vegetación. Por el camino distinguimos también árboles frutales que nos acompañarán por todo el sendero como son higueras, cerezos, almendros, olivos y nogales.

El paseo nos introduce suavemente en el pueblo de Júbar. Lo primero que vemos entre cultivos abancalados regados por la acequia real es su Iglesia, con la torre de origen árabe y el cementerio atrás.

Júbar tiene tan solo 60 habitantes. Cruzamos todo el pueblo por sus encantadoras calles de casas bajas con macetas de geranios en sus balcones. Atravesaremos también la plaza para tomar el camino de las eras al fondo a la derecha.

El sendero a Mairena sale de una fuente de dos caños por la que emana agua no clorada y que a la vez alimenta a un lavadero situado bajo ella.

Enseguida encontramos otra fuente no clorada, ” la fuente del Barranco”. Al salvar éste tomamos la vereda de la izquierda y cruzamos una acequia bajo una higuera y un morero. Atravesamos un pequeño barranquillo para adentrarnos de frente por un pequeño encinar, adornado por un suave muro de piedra. A esta vereda acomete primero un ramal de una pista que tendremos que cruzar, y enseguida otra pista principal, de las que suben a la Sierra, que también traspasaremos para llegar, junto al Barranco del Cerro, al cruce de la carretera que da acceso a Júbar. Andamos hacia el oeste unos metros por la carretera principal para tomar a la derecha una vereda adornada por chumberas e higueras. Pasamos por encima de la “Era del Ejido”, (Ejido significa tierra baldía de una comunidad a la salida del lugar), y tras ella se vuelve a contemplar la torre de la Iglesia que nos avisa que llegamos pronto a Mairena.

Mairena, de 268 habitantes, se ha unido junto a las poblaciones de Júbar, Laroles y Picena y han formado recientemente el municipio de Nevada. Recorremos el pueblo de este a oeste, por su barrio alto, bordeamos su Iglesia y nos encontramos en un balcón, a la altura de 1.100 m, con unas vistas impresionantes, amplias y muy contrastadas.

Después de dejar las últimas casas llegamos a la Era Baja: de esta placeta sale el sendero a Nechite.

Bajamos al río obviando una trocha que se precipita a la izquierda, lo cruzamos junto a un antiguo molino ahora habitado por unos chopos y marchamos sobre la loma salpicada de encinas que forman los ríos Mairena y Nechite.

Pasados unos olivos y un almez no tomamos una vereda que baja a la izquierda a la carretera, sino el camino de la derecha que pasa sobre una era y más arriba cruza una acequia. Tras una fuerte pendiente ascendente alcanzamos una pista de tierra. Tenemos que estar atentos en seguirla solo hasta que nos encontremos a la izquierda el desvío de nuestra vereda. Por ésta vamos franqueando la loma de Garridos. Llegamos a un barranquillo por el que seguimos un poco, y al salir nos asombramos con las vistas sobre Nechite y de toda la loma este del Monte de San Juan.

Al adentrarnos en el barranco y cruzar por un puente el Río Nechite salimos a una pista que nace allí. Esta pista llega hasta el barrio alto de Nechite, conocido como San Blas. Nosotros la dejamos, después de pasar por un enorme castaño y desechar un ramal que sube a la derecha, para por la vereda de la izquierda llegar hasta el barrio de en medio llamado de Santa Lucía. Esta senda tiene a un lado huertas y al otro, muros de piedra sobre los que descansan en su orilla unos morales. (Más adelante cuando lleguemos a Válor, nos encontraremos con moreras, que no morales, que son las primeras a las que le nacen las hojas que primero comen los gusanos de seda.) Antes de entrar a Sta. Lucía tenemos entre higueras y nogales la fuente del Rojo y a la salida del barrio a la derecha, frente a una chopera, la fuente Martín.

Nechite tiene tres barrios. Al igual que la mayoría de los pueblos alpujarreños está dividido y adaptado al terreno según la orografía. Pero este pueblo no ha vivido un crecimiento urbano que los haya llegado a juntar, sino que siguen claramente diferenciados, separados por hermosos vergeles de huertas, bellos jardines y un barranco repleto de vegetación; por algo Nechite significará alegría.

Por encima de la fuente Martín cruzamos la pista ya cementada que baja del barrio alto y seguimos hacia Válor por una vereda que en su mayor parte le acompaña una acequia, bajo la sombra de los castaños. Tenemos que estar atentos de no tomar el camino a la izquierda, por donde baja el agua que riega los bancales cuando echan la acequia. Al continuar recto nos encontramos un camino que se nos acaba pronto, y volvemos otra vez a seguir junto a una acequia, que en un principio la encontramos cementada.

Esta senda termina encima del pueblo de Válor sobre la carretera que sube a la Sierra. Arriba se ubica la fábrica de “Los Cortijuelos” donde elaboran los quesos de leche de cabra de la comarca. Y abajo a pocos metros tenemos el pueblo, donde podemos probarlos junto con unas perdices en escabeche.

Detalles de la actividad

  • Duración: 3h
  • Personas: de 2 a 10
  • Dificultad: media
DISTANCIA Y TIEMPO ENTRE NÚCLEOS URBANOS.

Válor – Yégen: 5,5 Km 1h. 30’

Yégen – Montenegro: 2,4 Km 30’

Montenegro – Golco: 3,3 Km 55’

Golco – Mecina Bombarón: 1,5 Km 25’

En el pueblo de Válor nació Don Fernando de Válor y Córdoba: Abén Humeya como se le llamó en estas tierras. El más conocido de los alpujarreños era descendiente de los príncipes Omeya y fue proclamado rey de la Alpujarra al producirse la sublevación morisca contra los cristianos en el reinado de Felipe II, allá por el año 1.568.

Después de la expulsión de los moriscos quedó candente la posibilidad de una invasión por parte de los “moros” y esto se ve reflejado en las tradicionales fiestas de Moros y Cristianos que se celebran cada año. Estas fiestas son muy comunes en la comarca como en Laroles, Juviles, Trevélez, Bubión, pero las que tienen una fama especial son las de Válor, que en honor al Santo Cristo de la Yedra se representan el día 15 de septiembre. Es una función en la que en una primera parte ganan los moros y en la segunda ya vencen definitivamente los cristianos.

El histórico sendero que va de Válor a Yégen sigue el Camino Real que unía Almería con Granada. Así nos lo demuestra Francisco Cobo (“Paco el de las Flores”), que vive en el barrio de la tableta, con una antigua escritura de su casa por donde pasa el sendero, que dice: “linda al sur con el Camino Real de Almería a Granada”.

Debajo de la Ermita de Lourdes sale el camino y pasa algo más abajo por el legendario puente de la Tableta, semiderruido recientemente tras las tormentas de los últimos años, después de aguantar en pié tantos siglos. De él ya nos hablaba Pedro

Antonio de Alarcón en su libro “La Alpujarra”(1), en su viaje de 1874 cuando entraba en Válor: “Para llegar a la población y a sus cuatro barrios (llamados el Portel, la Jarea, Cohijar y Canlarranas) hay que pasar un hondo torrente que corta el camino, y que es la defensa natural de Válor, origen de su importancia en la guerra del siglo XVI como punto estratégico. Sobre aquella cortadura existe un puente peraltado de forma árabe, de un solo ojo, levemente apuntado a la manera de ojiva, como los del llano de Tetuán”.

Debido al estado ruinoso del puente, al igual que la fuente agria de la Tableta situada debajo del puente que está atorada, aconsejamos no cruzar este “hondo torrente” por el puente Tableta mientras que no se arregle, sino más arriba. Por esto saldremos de Válor en dirección oeste donde está la almazara (hacia Yégen), por la carretera, durante solo unos metros hasta justo después de que cruce el río Válor, donde ya tomamos una pista a la izquierda.

Al seguir por la pista, entre huertas cada vez más baldías, cruzamos un barranco y en la confluencia de caminos no tomamos el desvío que parece el principal que sigue a la izquierda y baja por un castaño, sino el de la derecha por el que subimos y pasamos sobre una acequia.

Después de cruzar el barranco de los Morciguillos se repite esa intersección de caminos, e igualmente volvemos a tomar el de la derecha. Enseguida llegamos a la pista asfaltada que viene de la carretera principal. Bajamos por ella, a la izquierda, y aunque más adelante se divide en dos, vuelven a juntarse después de rodear una finca de almendros, hasta llegar a Cuesta Viña.

Gerald Brenan (2) nos hace un poco de historia de este lugar: ” En la Cuesta de Viñas, al este de la aldea, habrá habido durante la época mora una gran concentración de casas – lo que se denominaría un lugar- pero habrá desaparecido sin dejar rastro”.

Ahora sí que nos encontramos con alguna concentración de casas, algunas decadentes, otras semiconstruidas y abandonadas. Sin embargo, algunos cortijos se habitan en verano y le dan a la zona un ambiente de oasis con sus numerosos almeces, parras y palmeras. Pero lo que tiene de inmemorial el lugar son sus fuentes ferruginosas adornadas con azulejos de otros tiempos, al pie del mismo río.

(1) ALARCÖN, Pedro Antonio de. La Alpujarra. Ed. Roger, 1.998.

(2) BRENAN, Gerald, Al sur de Granada. Ed. Fábula, 1.997.

Las “aguas agrias”, como se les llaman por su sabor a estas fuentes ferruginosas, no tienen nada que envidiarle como propiedades curativas a los manantiales de Lanjarón, que son las más famosas de la Alpujarra debido a sus balnearios y a la comercialización de sus aguas minerales. Estas aguas agrias son ricas en ácido carbónico y en hierro lo que les da unas cualidades medicinales, especialmente digestivas y como reconstituyente anémico.

Salimos arroyo arriba por la rambla de Viñas, repoblada por encima de la fuente con árboles de sombra, para enseguida tomar a la izquierda una vereda que cruzará un par de acequias- una de ellas alimenta una alberca a los pies de una higuera- y algunos moreros y caquis, pero sobretodo encontraremos por el camino muchos majoletos, olivos, almeces, granados, almendros, higueras y chumberas. Después de dejar un cortijo a la derecha, al cruzar el barranco que le acompaña entre los juncos y las zarzas, pasaremos por hermosos castaños. Debajo se divisan unos grandes chopos blancos. Puede sorprendernos el ver salir entre el arbolado alguna paloma torcaz.

Atravesamos una zona de bancales y paratas abandonadas de sus tradicionales cultivos rodeadas de pequeños espinos blancos, y en dirección este–oeste nos adentramos en un pequeño barranco para subirlo bajo la sombra de las higueras hasta la carretera. La cruzamos para volver a ella a la izquierda después de pasar una curva.

Desde aquí ya se ve Yégen a un kilómetro. Recorremos por la carretera 200 mts, hasta cruzar el barranco del Quegigal, aquí tomamos a la izquierda una vereda que discurre bajo la carretera y nos lleva entre huertas al núcleo urbano.

Yégen es conocido internacionalmente gracias al escritor inglés Gerald Brenan. El hispanista se afincó en este pueblo tras recorrer parte de la Alpujarra, e hizo un estudio antropológico y cultural excelente, recogido en su recomendable libro “Al sur de Granada”.

Yégen es un lugar en el que se puede disfrutar por sus calles observando su conservada arquitectura popular. Desde el barrio de arriba bajaremos, pasando, debajo de la fuente de los tres caños, por la casa donde vivió Gerald Brenan ” por espacio de siete años”, como nos indica la placa colocada en su fachada.

En el barrio mas bajo del pueblo cruzaremos por la plaza del ayuntamiento donde se sitúa su Iglesia para llegar a la plaza de la Ermita con su fuente exagonal en medio. De ella sale un camino entre huertas y olivos que nos llevará al cementerio del pueblo, y desde aquí una pista de tierra nos conducirá a la cortijada de Montenegro.

Paisaje árido, ensombrecedor, roto. Lomas, ramblas y cárcavas se entrecruzan cubriendo todo lo que vemos hacia el sur hasta perderse en el fondo de la Contraviesa. Esta sierra está coronada por el Cerrajón, a sus pies divisamos el pueblo de Jorairátar.

Dejamos por la pista los desvíos que nos encontramos a la izquierda: primero uno más perdido, luego otro que por unos olivos lleva a unos cultivos encima de un cerrete, y un tercero que baja junto a un cortijo con su alberca. A continuación cruzaremos el barranco de los Quiebros. Se reconoce porque bajo una higuera tiene unos pequeños bancos de obra. Si nos adentramos un poco en él, beberemos de un hermoso nacimiento: nos encontramos en el Salto del Gitano. La pista pasa por restos de una yesera y nos introduce en Montenegro, una cortijada rodeada de olivos.

El caserío de Montenegro lo componen una Ermita moderna, un cortijo grande sobre un cerro y varios cortijos diseminados, de los que se encuentran habitados dos de ellos: el llamado cortijo Bartolo donde viven dos hermanos ganaderos y otro en el que viven madre anciana e hijo, todos dignos de saborear.

Junto a la acequia, una flecha de indicación nos avisa que tenemos que dejar la pista que traemos y tomar una vereda que sale a la derecha. En este lugar ya se divisan las casas de la población a la que nos dirigimos: Golco. La acequia que en un principio acompaña la vereda nace de la fuente de Montenegro que es un hermoso chorro de agua que emana entre las rocas (aquí nos encontramos terreno calizo). Debajo una alberca almacena sus aguas.

Al salirnos de todo este arbolado que alimenta la fuente, pasamos por los pies del cortijo Miguel, corral con la base de piedra y encima construido de ladrillo y bloques. Tomamos la vereda de abajo que es la que va por el camino del Fresnillo y nos lleva a la vertiente del río Mecina. La loma de enfrente se encuentra cubierta de vegetación y poblada con dos núcleos: El Golco y Mecina Bombarón.

Al llegar al río nos acercamos a la parte alta de la chopera porque allí junto a unas mimbres suele estar el puente. Tras cruzarlo descendemos unos metros para subir enfrente sobre una vereda empedrada al principio, en la que se muestra lo que era esta calzada.

Enseguida salimos a una pista que la dejamos para seguir a la derecha por un camino tradicional: La vereda, que sale junto a unas pitas, pasa por la era de Golco Baja y tras subir por la Cuesta de Golco desemboca en la pista, esta de color grisáceo – azulado al atravesar por una zona de launa.

Antes de llegar a Golco una fuente a cada lado del camino nos aliviará el haber subido desde el río en un Km, 150 mts de desnivel. La fuente baja que está escondida al otro lado del camino, está más sabrosa que la otra hermana que está enfrente a la izquierda.

La plaza de Golco está sombreada por una hermosa catalpa y regida por una de las más antiguas Iglesias de la zona.

El camino que nos une a Mecina Bombarón lo tomamos unos metros antes de esta plaza por un carril cementado. Este lo dejamos a la derecha en su primera curva y seguimos por una vereda repleta de vegetación y refrescada por una acequia hasta adentrarnos en el pueblo de Mecina. Famoso por sus cultivos de habichuelas y sus exquisitas manzanas de invierno.

Detalles de la actividad

  • Duración: 3h
  • Personas: de 2 a 10
  • Dificultad: media
 
DISTANCIA Y TIEMPO ENTRE NÚCLEOS URBANOS.

Mecina Bombarón – Los Bérchules: 6 Km 2h

Los Bérchules – Alcútar: 1 Km 10’

Alcútar – Narila: 3 Km 45’

Narila – Cádiar: 1,3 Km 20’

Mecina Bombarón fue la patria de Abén Aboo quien durante año y medio reinó en la Alpujarra después de asesinar a su primo Abén Humeya. En el pueblo se encuentra una de sus casas. También era de su propiedad parte de la cortijada de Montenegro por la que pasamos la jornada anterior. Defendió una Alpujarra musulmana y sufrió la época final de la sublevación, la más sangrienta.

Mecina es un mosaico de barrios, huertas y arbolado. Se conservan siete de sus ocho antiguos barrios, algunos de origen bereber, encontrándose situado al sur el de Algaida ” lleno de matorrales espesos” como su nombre indica.

Para tomar el sendero recorremos el pueblo, subiendo por sus empinadas calles hasta llegar a la plaza Vieja donde bebemos de una fuente antes de coger la pista que entre corrales y hermosos castaños sube a la sierra.

El GR-7 deja la pista por un desvío para más arriba volver a ella y adentrarnos en un pequeño barranco repleto de hermosa vegetación. Este lo tomamos a la izquierda por la vereda que va junto a la acequia de la Balsa del Castillo, empedrada en parte a la antigua usanza. Por ella cruzamos un barranco de impresionantes castaños. La acequia también riega una alameda y los alrededores del cortijo de Juan Fernández. Pasado este cortijo y abandonando la acequia, subiremos un fuerte desnivel y volveremos a encontrar la pista, a la altura de una alberca acompañada de un sauce llorón.

Si hubiéramos subido por la pista no tomaremos una variante que sale a la derecha y que por unos cortijos se introduce en el río.

La pista tras dejar una derivación que baja a la izquierda y subir una fuerte pendiente, atraviesa un pinar. Al salir de él nos sorprende ver encima una plantación de viñas. Al estar a 1.500 m de altura podríamos decir que es la viña más alta de Europa. Este paisaje tan abierto nos permite, como suele pasar cuando estamos a estas altitudes en la Alpujarra, divisar el mar, desde este punto por la cuenca del río Grande de Adra, entreviéndose por el valle que se abre camino entre la Sierra de Gádor y la de la Contraviesa.

Este punto también es importante porque estamos en un cambio de cuencas hidrográficas. Por el GR-7 vamos atravesando las faldas de las principales cumbres de Sierra Nevada y recorriendo dos importantes cuencas.

Al este hemos dejado las cumbres del Chullo (2.610 m), el Morrón (2.756 m) y el San Juan (2.788 m) que alimentan los torrentes de Laroles, Nechite, Válor y Mecina por los cuales hemos pasado, vertiendo sus aguas al río Grande de Adra que tras llenar el embalse de Benínar desemboca pocos kilómetros más al sur en el Mediterraneo.

Al oeste, entre las cumbres del Peñón del Puerto (2.758 m) y el Cerro del Gallo (2.913 m) que son las que tenemos encima, en Cerro Trevélez (2.878 m), entre Cerro Pelado (3.179 m) y la Atalaya (3.148 m), entre Alcazaba (3.371 m) y Mulhacén (3.483 m), entre Puntal de la Caldera (3.226 m) y los Machos (3.324 m), en el Veleta (3.394 m) y el Caballo (3.009 m), se fueron formando unos glaciares que crearon los barrancos de Bérchules, Trevélez, Poqueíra, Chico y Lanjarón. Todos ellos, recogiendo las aguas de las nieves y las lluvias, forman el valle del Guadalfeo. Este va atravesando la Alpujarra de este a oeste, desde Cádiar hasta Órgiva, para luego seguir hacia el sur y desembocar entre Salobreña y Motril.

Dejamos el ramal principal de la pista para llaneando tomar el desvío de la izquierda y dirigirnos así en dirección al nacimiento del río Guadalfeo, al cortijo de Cortes.

Al llegar junto a unos chaparros a la divisoria del valle nos impresiona su paisaje. De principio nos recreamos con la visión blanca del pueblo de Bérchules enfrente, algo por debajo nuestra, rodeado al igual que el pueblo vecino de Alcútar de verdes huertas y frutales. Divisamos desde arriba la fuerte pendiente que ofrece esta cara este de Sierra Nevada, este valle desconocido cultivado en paratas escalonadas regadas por sus acequias y cuajados sus arroyos de vegetación.

La pista termina en el Cortijo de Cortes, hasta hace poco centro de Tai Chí del que Dani y Goyo fueron sus creadores. Si siguiéramos subiendo llegaríamos sobre el río Grande de Bérchules a la cueva donde el 14 de marzo de 1.571 asesinaron a Abén Aboo sus propios seguidores, (ya que los cristianos ofrecieron el perdón y la libertad del musulmán que lo entregara.)

Pero nosotros bajamos, antes de llegar al cortijo de Cortes, bien por una vereda o por una pista. Si tomamos la pista, primero pasaremos una cerca y bajaremos por un ramal que desciende fuertemente a la izquierda y termina junto a otra cerca. Pasada ésta, ya continúa con la vereda. Va primero pegada a su izquierda a un muro de piedra de mediana altura y desemboca en una era sobre unos tajos con también hermosas vistas sobre los dos pueblos. Desde aquí a la derecha, una vereda empedrada nos bajará al río, que lo cruzamos junto al molino de la Carihuela. Si nos abriéramos camino por el curso del río 800 metros más abajo nos encontraríamos con la famosa fuente de agua agria de Los Bérchules y ya desde aquí se tiene acceso por carretera asfaltada hasta el pueblo. Pero el sendero sube directamente cruzando algunos riachuelos y masas de vegetación hasta llegar a Los Bérchules.

Vamos a poder recorrer las calles de Bérchules siguiendo el trayecto del sendero. Pasamos por la plaza del Ayuntamiento viejo, si es primavera oleremos el aroma fino del hermoso cinamomo que envuelve la plaza situado frente a la Posada, y divisamos desde su balcón la otra vertiente del barranco: por su cara oeste se puede descifrar la ruta que nos ha traido hasta aquí. Pasamos por la plaza de la Iglesia toda entera blanqueada y construida en 1.530 sobre cimientos de una antigua mezquita, como muchas iglesias mudéjares. Seguimos y pasamos por la fuente de las Carmelas que como la fuente de San Antonio de Pampaneira, el que bebe de su agua con intención de casarse al poco tiempo novia tendrá. El nombre de las Carmelas se le debe a un cura que tuvo el pueblo que era fraile carmelita antes de beber agua y casarse. (También ocurre en la Alhambra con la tradición de tocar la campana de la Torre de la Vela el dos de enero, día de la toma de Granada.)

Al salir de este vergel, como el nombre de Bérchules nos indica, nos encontramos en el cruce de cuatro vientos con la carretera, antigua C-421, por la que bajaremos. A 500 m. nos hallamos en el pueblo de Alcútar anejo de Los Bérchules.

Por esta carretera que une los dos pueblos a la sombra de grandes plátanos de paseo, transcurre la procesión de San Marcos el día 25 de abril en la que participan los paisanos con su ganado. Las fiestas de San Marcos son muy populares en la Alpujarra, se celebran en Laroles, Mairena, Válor y Cádiar además de otros doce pueblos más.

En Bérchules salen juntas las imágenes de San Marcos, patrón de los animales, y la de San Isidro labrador llevando unas enormes rosquillas sobre su cuerpo y sus brazos. Numerosas roscas de pan ya de tamaño pequeño y amasadas para ese día, se bendicen y se reparten al final de la procesión entre los asistentes. También se bendicen los animales que participan en la ceremonia: vacas, mulas, y sobresaliendo entre la muchedumbre los jinetes sobre sus caballos.

Desde Alcútar, mientras que la carretera tiene que dar un rodeo de 9 Km para llegar a Narila, nosotros descenderemos directamente y en 3 Km salvaremos 300 metros de desnivel. Una fuente al pié de la Iglesia nos recibe y otra en el barrio de La Churri nos despide. Recorremos el pueblo desde la Iglesia por la calle Real que es la principal. Una flecha de indicación nos invita a continuar descendiendo por la calle de la Churri, por la que vamos dejando algunas casas y calles a la derecha hasta llegar a la fuente que conduce constantemente el agua a su lavadero. Por él bajamos hasta que al terminarse el pueblo encontramos un corral: por su derecha discurre el sendero refrescado por higueras, almeces, fresnos y almendros, sobre un antiguo camino empedrado.

El paisaje es profundo y extenso. Enfrente tenemos la loma del Majuelo cubierta de encinas y a nuestros pies un amplio valle, encabezado por las huertas de Narila y encauzado en las de Cádiar. Seguimos la vereda hasta llegar al río, y no nos salimos por una pista de tierra que tras una curva se introduce en el barranco Cairo. Tras cruzar el río llegamos a una pista. Podemos seguirla a la izquierda para luego volver, y acercarnos al agua Agria de Narila, alegrada, al igual que la de Los Bérchules, por unos alisos. Para llegar a esta fuente tenemos que seguir algo más de cinco minutos el camino hasta su fin y por un puente cruzar el río. Cada tarde un grupo de mujeres del pueblo van paseando hasta Agua Agria para cargar sus botellas ya oxidadas de esta agua.

Una vez cruzado el río después de bajar de Alcútar, seguimos ahora por la derecha allí donde empieza una chopera. Al pasarla aparece un dique sobre el río que sirve para medir el caudal de agua. Si las corrientes de agua tras las lluvias del invierno o tras el deshielo se llevasen el puente por el que hemos pasado de madera y piedra, esta construcción sería una alternativa para cruzar de una orilla a otra.

Cuando la vegetación nos permita un claro podemos aprovechar para divisar como se va abriendo el valle, en él se rehunde el río y se introduce en Cádiar.

Lo primero que encontramos a la entrada de Narila es una fuente al lado del depósito bajo y a su derecha la casa en estado semirruinoso de Abén Humeya, utilizada como residencia de verano ya desde antes de su coronación. Verdaderamente la situación a 990 m de altitud y en la cabecera del valle es una buena elección para no tener que soportar los calores de esta estación. Más adelante pasaremos por el olivo bajo en el cual coronaron a Don Fernando de Válor y Córdoba como Abén Humeya, rey de los Andaluces.

Recorremos pués el pueblo de Narila tras cruzar el barranco Pajares y pasamos por la casa que hace esquina con la puerta verde donde una almazara abandonada da su nombre a la calle. Al llegar a la plaza bordeamos su Iglesia bajando entre muros de piedra que protegen los huertos que alegran las casas y salimos a la calle Real. Descendemos en dirección al río por Cuatro Caminos y cruzamos a la salida del pueblo la acequia de En medio y debajo del molino la acequia Real.

Seguimos bajando tras dejar un molino rehabilitado hasta que pasamos unos almendros donde o giramos a la izquierda junto a una cerca pequeña de alambre y andamos entre huertas, o finalmente bajamos un poco más hasta el cauce y continuamos río abajo siguiendo su margen izquierda. Pronto encontraremos el río encauzado entremuros que protegen las avenidas de las aguas. Volveremos aquí la vista atrás para ver arriba a Bérchules coronado por el Cerro del Gallo (2.913 m).

Dejamos la pista a la altura de una balsa para seguir por la vereda de la izquierda. Por este Camino de la Morera tras 200 m. por huertas cruzamos un barranco, por el que bajamos unos metros, y así llegamos por un molino a la entrada del pueblo y algo más adelante a una fuente entre dos grandes plataneras.

Cádiar es de los pueblos más comerciales de la zona. Es habitual que los días 3 y 18 de cada mes nos encontremos con algún lugareño realizando este recorrido para aprovechar el día de mercado. Suelen venir hasta aquí a comprar los cortijeros y los paisanos de los pueblos de alrededor. Nosotros nos endulzaremos el paseo con soplillos, tortas en lata, cuajada de almendras y demás dulces de fuerte tradición morisca.

Detalles de la actividad

  • Duración: 6h
  • Personas: de 2 a 10
  • Dificultad: media
DISTANCIA Y TIEMPO ENTRE NÚCLEOS URBANOS.

Cádiar – Lóbras: 5´3 Km 1h 45’

Lóbras – Tímar: 2 ´2Km 40’

Tímar – Juviles: 2 ´1Km 40’

Juviles – Trevélez: 9 Km 3h 30’

La distancia entre Cádiar y Trevélez es quizás excesivamente larga para realizarla en un solo día).

Pedro Antonio de Alarcón(1), nos describe el pueblo de Cádiar en su viaje por la Alpujarra que hizo en 1.872: “El aspecto de Cádiar es de lo más pintoresco, noble y principal que pueda darse. Más que un pueblo agrícola y ganadero, que no es otra cosa, parece lo que fue hace trescientos años; una residencia de príncipes, una mansión de placeres; un Aranjuez, un Versalles, un Capúa. Encontramos algunas casas tan majestuosas, otras construidas en situación tan a propósito para gozar de los encantos del Valle y de la Sierra (…) que Cádiar siguió siendo el Cádiar de mi fantasía, y todos los personajes históricos que pululaban en mi memoria tuvieron holgado albergue en que alojarse”.

Aunque es cierto que todavía existen en Cádiar casas como nos sigue narrando Alarcón “tan cuidadosamente rodeada de huertas y jardines, y tan en contacto con un carmen o huerto, cercado de muros que servían de sostén a lujosas parras”, y que varios de sus barrios conservan su arquitectura popular; su barrio más nuevo, el barrio alto, ha perdido toda su tradición alpujarreña.

(1)ALARCÓN, Pedro Antonio de. La Alpujarra. De Roger, 1998.

Tomamos el GR-7 en el río de Cádiar, en su trayectoria encontramos el polideportivo del pueblo.

En una calle que baja por detrás al polideportivo se encuentra en funcionamiento el molino de Domingo. A este molino de harina lo alimenta una acequia que transporta el agua del río y la aprovecha mediante un pequeño salto para producir la energía con la que unos ejes mueven la pesada piedra. Y así muele sobre otra piedra fija el grano de los cereales, entre otros el maíz cuya harina se usa para hacer las clásicas migas o gachas, o como pienso para los animales.

Delante del polideportivo van los lugareños a recoger agua de la sabrosa fuente del Prado.

Vamos río abajo hasta que este deja de estar canalizado, y allí por un puente lo cruzamos. A partir de aquí siguiendo el cauce recorremos 2 Km por una pista de tierra rodeada de cultivos, entre los que nos asombran las frambuesas y los kiwis.

Hay cultivos de nueva implantación que han tenido buen resultado en esta zona, como es el de la frambuesa. En Cádiar está ubicada la cooperativa donde almacenan, congelan y exportan frambuesas, fresas y moras. Sin embargo la agricultura en la Alpujarra es regresiva a excepción del rápido crecimiento producido por los invernaderos de la costa, o como se le dicen aquí “los plásticos”. En la Alpujarra se siembra pensando principalmente en el consumo familiar, cultivando en pequeñas parcelas y teniendo un mismo agricultor varios bancales a menudo separados entre sí.

A los 15 minutos el camino cruza un pequeño barranco. Enfrente suelen estar a la izquierda unos troncos que, tendidos sobre el curso del río, nos sirven de puente. Si los cruzamos y seguimos ya por su margen izquierdo río abajo durante cinco minutos, para después subir una pequeña cuesta, llegamos al centro de turismo rural Alquería de Morayma, un ejemplo moderno de arquitectura popular alpujarreña.

Una vez traspasado el barranco de Martín Alonso y una chopera que le sigue, tomamos la pista de la derecha. Por este camino nos vamos alejando del torrente y, tras pasar por una fuente camuflada por la vegetación, llegamos al cortijo de La Venta Mora, el cual, tras llevar los últimos años deshabitado, se encuentra semiderruido. De él sale una vereda que transcurre por las faldas del valle Guadalfeo y va acompañando la acequia del Arenal.

A los pocos minutos debemos de estar atentos para dejar la vereda que acompaña la acequia, tomamos un desvío que sale a la derecha, y así empezamos a subir ya con menos verdor entre aulagas, pitas y retamas. Si volvemos la cabeza divisaremos el río desde arriba.

Cruzamos un manto de launa, tierra arcillosa que se utiliza como aislante e impermeabilizante en los tejados planos de las casas alpujarreñas, que se distingue fácilmente por su color grisaceo-azulado. Encima, sobre unos peñones, se suelen posar las palomas torcaces y, de debajo de las rocas, sale alguna lagartija que cruza rápidamente la vereda.

Al llegar a la loma de Martín Alonso el paisaje es único: Lobras, Timar y Juviles descansan sobre las faldas del Peñabón.

Cruzamos la loma siguiendo la dirección que llevábamos para descender por la cuesta de Cádiar, primero entre higueras y viñas y luego entre matorrales, hasta llegar a la rambla de Albáyar. La seguiremos cañada abajo durante unos cien metros, para subir a la derecha pasando junto a las ruinas del cortijo Fausto, por la vereda de la cuesta del Tejar que nos lleva hasta Lobras. Salimos justo a la era de los Llanos, donde encontraremos la carretera rodeada de huertas que nos indica la proximidad del pueblo.

En la Alpujarra, sobre el lugar donde se trillan las mieses, se dice una adivinanza: “Redonda como la luna, en verano come, en invierno ayuna”

Al recorrer las calles de Lobras nos damos cuenta de que sus nombres definen lo que tiene, la Acequia, la Iglesia, la Era, el Chorro. También esta la calle de las Flores y efectivamente podríamos llamar a Lobras el pueblo de las flores, especialmente por la calle Jardín situada detrás de la plaza de la Iglesia que está toda ella abarrotada de macetas.

Tras cruzar hacia el norte el pueblo, pasada la fuente del lavadero y unas balsas situadas sobre las últimas casas, abandonamos el asfalto para tomar una vereda que sale a la izquierda y que va entre encinas, almendros y fresnos. Por esta seguiremos acompañando sólo en un principio la acequia de Lobras y nos iremos acercando a la aldeilla de Tímar que vemos enfrente. Al llegar a un barranco lo cruzamos y pasamos por otra franja de launa, dejamos un desvío que sale a la izquierda y que lleva al pueblo de Nieles y llegamos así a la era del Albercón. Encima tenemos las ruinas donde quemaban con leña el material de las minas de mercurio y a la derecha el camino que lleva al cementerio y que nos conduce al pueblo.

El pueblo de Tímar, con sus solo 22 habitantes, bien se merece recorrerlo por sus bellas calles que aunque siendo pocas son dignas de admirar, sus arcos árabes y su conservada arquitectura popular. Es famoso por su tradición en telares.

Desde el barrio del Retamar, en lo alto del pueblo, sale el sendero que sube a Juvíles.

Sobre este hay un dicho popular que dice: “Cuando la pava llegó a Tímar entró por el Retamar, salieron a recibirla el cura y el sacristán”. ¿Por qué será que a los de Tímar les dicen pavos y a los de Cádiar nos dicen pavicos?

Pasamos debajo de un tajo – la piedra amarilla- que esta encima de Tímar. Se ven hileras de pitas plantadas en su tiempo con el fin de retener posibles piedras que cayeran hacia el pueblo.

Al respecto otra canción popular nos dice: “La piedra amarilla se está cayendo y un pelotón de gachas la está sosteniendo”.

Tomamos una empinada vereda, ya solo vemos del pueblo de Tímar sus tejados planos con cubierta de launa excepto la iglesia que se cubre de teja.

Tras vadear el Salto del Águila nos encontraremos una pequeña senda a la izquierda un poco más abajo de una alberca, aquí tenemos la posibilidad de seguirla y acercarnos al cerro llamado El Fuerte, situado justo encima nuestra.

Perduran las ruinas de su antigua fortaleza y dos aljibes mozárabes. Si esta fortaleza fue en su tiempo un lugar especialmente estratégico, por su difícil acceso, ahora lo es por su amplia panorámica. Se divisan las sierras de Lújar, Gádor, Contraviesa y Sierra Nevada.

Volvemos a nuestra vereda desde donde se ve Juviles a diez minutos, dejamos a la derecha unos desvíos secundarios que van a distintos cortijos, y tras cruzar el barranco de la Umbría ya salimos a una pequeña pista que nos sube al pueblo.

Juviles fue cabecera de partido de todos los pueblos de su alrededor y tuvo gran importancia en la época árabe. En la actualidad tiene unos doscientos habitantes. Aquí como en otras zonas de la Alpujarra podemos hablar de la denominación de origen de jamones de Trevélez. Al estar por encima de los 1200 metros de altitud su curación se caracteriza por tener unos inviernos fríos y veranos secos.

Enfrente de la iglesia, pero al otro lado de la carretera, hay un cartel de madera que explica la importancia que tuvo la comercialización de seda en la época árabe y la fama que tenía Juviles por su calidad y cantidad.

En este punto, hacia la mitad del pueblo subimos por el Callejón, un camino cementado que pasa por una fuente de agua de manantial y un lavadero y nos lleva, tras ver algún morero y otros frutales, hasta el depósito de agua y una alberca. Aquí termina la pista y empieza la senda. Tomamos la que sale a la derecha. Nos encontramos con una zona de caliza, por lo que vemos la calzada de la vereda empedrada y los muros de los balates con esas hermosas piedras amarillentas.

En principio vamos entre huertas y pasamos varias de las acequias que las riegan. Cruzamos una pista, que termina a la izquierda en unos bancales y seguimos encima de ella por unas encinas aisladas.

Ya dejamos los cultivos y a la derecha un hermoso encinar, cuando se queda la balsa a la izquierda. Cruzamos varias veces una pista siguiendo todo recto en dirección noroeste.

Lo que más nos impresiona de este camino es su paisaje tan abierto y a la vez enmarcado por las montañas; el Cerrajón (1507 metros) que es el pico más alto de la Contraviesa, el Mojón (1836 metros) destaca de la sierra de Lújar y el Morrón (2236 metros) y el Puntal del Sabinar (2124metros) sobresalen de la sierra de Gádor.

Cuando ya arriba empecemos a perder de vista la villa de Juvíles y veamos debajo el embalse que aprovecha su agua para regar las huertas, iremos por la vereda girando levemente hacia la izquierda y así pasamos por las cabeceras de los barrancos de Antón y, a 300 metros más arriba, la del Chorrillo. Tras cruzar este, la senda sigue junto a una encina. A continuación pasamos por el barranco de Fuente Medina. Todos ellos llevan agua bastante más abajo. Tras 500 metros del último encontramos una pista.

Tomamos unos metros a la derecha para continuar por una pista principal a la izquierda bordeando una cerca de alambre, y por ella cruzamos un cortafuegos. Ya en la loma nos metemos entre pinos y encinas, y por una pista nos adentramos en el valle de Trevélez donde sobre sale su pico: el Mulhacén. El cortafuegos que acompaña a la pista se termina justo cuando dejamos un ramal que sube fuertemente a la derecha. Algo más adelante dejamos otro ramal a la derecha y esta pista termina en una explanada (llena de troncos de pinos de entresaca) donde empieza a divisarse Trevélez.

Bajamos por una vereda entre chaparros. Tras pasar el barranco del Castaño y un arroyo de agua que nace en el barranco de las Rocas, tomaremos la senda de la derecha. Así no bajaremos al cortijo de los Castaños sino que pasaremos por encima de la era situada más arriba del cortijo. Entonces sobre unos hermosos castaños, sin perder altura nos dirigimos a un leve collado que forma la loma en la parte más baja de los pinos que tenemos enfrente.

Una vez en los pinos, siguiendo nuestra dirección dejamos un desvío que sube a la derecha y cuando hemos atravesado el pinar encontramos enfrente el pueblo de Trevélez. Traspasar la acequia de Cástaras, ya por huertas y frutales (sobre todo nogales) llegamos a Trevélez después de cruzar por la carretera su espectacular río truchero.

¡Qué bonito es ver y así llegar andando a los pueblos!. Trevélez desde arriba tiene una visión espectacular. Sabemos seguro que un plato de jamón serrano nos espera.

Detalles de la actividad

  • Duración: 4h
  • Personas: de 2 a 10
  • Dificultad: media
DISTANCIA Y TIEMPO: 11,5 Km – 4 h.

En Trevélez subiremos un fuerte desnivel callejeando por sus barrios: Desde los 1.450 m, desde donde sale el sendero hacia Juviles en el barrio bajo, a los 1.590 m, desde donde sale el sendero para Busquístar en el barrio alto. Entre el barrio hondero y el barrio altero está el barrio medio que al igual que los otros está cargado de fuentes, lavaderos y tinaos.

Al llegar al barrio alto nos encontramos con el bello rincón del lavadero. Detrás de él nace una de las veredas que suben al Mulhacén. Nosotros seguimos más hacia la izquierda y así salir por la calle Charquillo. Al principio la vereda que tomamos cruza el río Chico para seguir por Laja Albar. Desde aquí vemos bien la ubicación del pueblo de Trevélez, situado a lo largo de la loma que forman sus dos ríos, ríos Chico y Grande de Trevélez. En seguida dejamos un desvío que sale a la derecha, que sube al Chorrillo que es la loma que tiene encima el nacimiento del río Chico.

La vereda sin dejar de perder la panorámica de todo el valle y de Trevélez, cruza una primera pista llegando seguidamente a otra pista de tierra más ancha por la que seguiremos unos 600 m. Dejamos la pista para tomar una vereda que sale a la izquierda para llegar, ya perdiendo la vista del pueblo, al Cortijo de la Loma. Desde aquí continuamos loma abajo y encima de una era abandonada torcemos a la derecha. Ya entre pinos cruzamos un pequeño arroyo, el barranco Navarro, el cual desliza sus aguas abriéndose camino sobre la pizarra. Al pasarlo tomamos la vereda de la izquierda y pocos metros más adelante la de la derecha.

Al salir del pinar cruzamos por un encinar abierto y poco poblado y tomamos una vereda que baja a la izquierda en sentido contrario al que veníamos. Si siguiéramos adelante llegaríamos al cortijo Trance que tiene un corral donde guardan las vacas. Descendemos zigzagueando o “dando revueltas” como vulgarmente se le dice aquí, hasta llegar al cortijo de los Corrales. Nos encontramos a la izquierda una vereda principal que sube del paraje Lacalahorra, una linda cortijada habitada con su fuente arriba y la era en la parte baja.

Para llegar al cortijo de los Corrales tenemos que pasar una cancela de alambre. El sendero va por encima de este cortijo, junto a un cerezo. El cortijo se encuentra recientemente semiderruido tras rajarse al haberse producido unos movimientos de tierra. Pasamos por su era y seguimos recto por una pradera para salir primero a una cerca que abriendo su puerta junto a una encina llegamos más adelante a otra más antigua.

Así nos adentramos para cruzarlo, en el frondoso barranco de la Bina. Su cara este, ligeramente orientada hacia el norte, es salvaje; los helechos y las rascaviejas sobresalen en este sotobosque que se forma en su robledal. En la primera parte, la zona más baja, conviven los robles con los pinos. En medio pasamos una acequia que ya no se utiliza para transportar el agua porque se ha sustituido por un tubo por donde va su conducción.

Desde que cruzamos el río hemos subido un fuerte desnivel durante 300 m de recorrido. Así tras unos 30’ llegamos a una carretera de tierra. Por ella cruzamos un barranco y la seguimos algo más de cinco minutos. Luego continuamos por una vereda que va debajo de la pista y paralela a ella, hasta llegar al cortijo del Viso. Pasamos junto a su corral adosado bajo un castaño y por una era que ocupa toda su entrada. Si nos acercamos a las rocas que tiene delante veremos que este lugar es un buen “viso” del barranco de Trevélez.

Siguiendo en la misma dirección vamos entre pinos y encinas, y tras cruzar por un barranquillo continuamos andando por el borde de un pinar. Al adentrarnos en un helechal cruzamos un barranco con numerosos diques. Al poco tiempo dejan los pinos de hacernos compañía a la izquierda. En medio de la loma nos encontramos con un desarbolado y con un camino que se cruza con el nuestro. Nosotros seguimos recto entrando en un robledal con un sotobosque más hermoso que el anterior, si cabe: las jaras, rompesayos, las genistas ofrecen un salpicado de colores a ambos lados de la vereda. Por el bosque cruzamos tres pequeños barrancos, uno con olor a orégano, otro a retama y gayumbas y el otro a jaras.

Encontramos en el suelo unas piedras rojizas oscuras, casi negras, cargadas de hierro, que nos avisan que a la derecha están los restos de las minas de Mª Cristina. Al pasar junto a ellas dejamos la vereda que sigue recta a Pórtugos y torcemos a la izquierda. Bajando, en seguida encontramos una pista por la que descenderemos (230 m de desnivel en 700 m de recorrido), hasta que en una curva pronunciada tomamos a la derecha una vereda, dejando esta pista que metros más abajo llega a la carretera. Antes más arriba, pasamos por otra curva de parecidas características, pero de ella no sale claramente una vereda.

La senda se va introduciendo a la derecha para cruzar los dos barranquillos del tesoro. Tras ellos atravesamos la frondosa loma de los Cotos, y más adelante la ancha acequia de Busquístar. A partir de aquí bajamos bruscamente hacia el pueblo.

Detalles de la actividad

  • Duración: 4h
  • Personas: de 2 a 10
  • Dificultad: media

 

Al otro lado de la carretera está la Mezquita, unas “ruinas moras” situadas sobre una atalaya de rocas que son un verdadero mirador del pueblo y de todo el barranco. Rapidamente llegamos a la fuente ferroginosa mas famosa de toda la Alpujarra: al Agua Agria de Pórtugos.

En Pórtugos podemos visitar sus plazas: la Nueva, la Vieja y la de la Churriana, esta última con una cascada y un lavadero dentro de una cueva. Desde la carretera bajamos por una senda hacia el sur durante un kilómetro, para girar a la derecha y cruzar por un pequeño puente el barranco de los Castaños. Y así entramos en el pueblo de Atalbéitar que llegamos junto a su lavadero.

Salimos por las escuelas. Seguimos por la carretera asfaltada dejando dos desvíos a la izquierda que bajan a unos cortijos, el primero a la Viñuela y el siguiente al de la Umbría. Dejamos la carretera en una curva que hace esta a la derecha, para ya por una senda envolvernos dentro del barranco de Bermejo. Cruzamos su río y mas arriba su acequia, todo él repleto de vegetación: de enormes castaños con un sotobosque de helechos y gayumbas. Pasamos por la puerta de los Albergues y en unos metros entramos en el pueblo de Pitres.

Pitres es la capital del territorio conocido históricamente como la Taha de Ferreirola. Aquí se ha seguido conservando el topónimo nazarí de Taha que engloba la distribución árabe de un enclave El nombre de Pitres se deriva del latín de “petra”: piedra o roca. Si llegamos un viernes nos encontraremos con el mercado.

Desde su iglesia del siglo XVl salimos en dirección norte, a las afuera del pueblo encontramos un lavadero y por un bonito barranco de hermosos castaños subimos los 100 de desnivel que separan los dos núcleos de población y así llegamos a Capilerilla.

Pequeño y coqueto pueblo, el mas alto de la Tahá a 1.350m., donde se hallaron restos de un templo visigodo del siglo Vlll.

Entre huertas salimos del pueblo en dirección noroeste. Cruzamos por la vereda la acequia Real y un ramal de una pista, para mas arriba salir a otra pista que la seguiremos hasta que esta gire a la derecha. Y así otra vez por la vereda pasamos por el barranco de la Sangre.

Aquí hubo un fuerte enfrentamiento en la “Guerra de la Alpujarra” entre el ejercito morisco de Aben Humeya y el cristiano mandado por Fernando ll. Tan dura y sangrienta fue la lucha en este barranco que se quedó y aún perdura, con el nombre de “Cañada de la Sangre”.

Tras un repechon nos volvemos a encontrar una pista que la cruzamos y así por el Peñón, que separa administrativamente los dos municipios, entramos en el valle del Poqueira. La panorámica de todo el barranco, sus tres pueblos dominados por el pico del Veleta, es especial. Ya por un encinar descendemos a Bubión el mas pequeño de los tres pueblos que habitan el valle de Poqueira.

Detalles de la actividad

  • Duración: 3h
  • Personas: de 2 a 10
  • Dificultad: media
TIEMPO ENTRE NUCLEOS URBANOS

Bubión – Pampaneira: 30’

Pampaneira – Soportújar: 2h

Soportújar – Cáñar: 2h

Cañar – Lanjarón: 2h

Bubión ocupa la zona central de la cara oeste del barranco del Poqueira. Encima está Capileira y también se merece una visita subiendo por un pequeño sendero que los une durante 35 minutos. Allí podremos recorrer sus callejones y plazas o visitar el museo de Artes y costumbres populares y aprovechamos para comprar una hogaza de pan, cocido en horno moruno.

De Bubión salimos de su iglesia, levantada en el siglo XVl junto a los restos de un antiguo torreón árabe de la época nazarí, situados en la parte baja de Bubión.

Para bajar a Pampaneira descenderemos desde esta plaza con su fuente central por el antiguo camino que baja directamente entre huertas y cruza el barranco del Cerezo.

Tanto en Bubión como en Pampaneira abunda la artesanía. Podemos encontrarnos recorriendo sus bellos callejones diversos talleres: que trabajan la piel, de cerámica metalizada, de espejos y repujados, de telares (tapices, alfombras, cortinas, mantas y hasta prendas de vestir), etc.

También nos encontraremos, mientras bajamos las encaladas y cuidadas calles de Pampaneira, con sus fuentes (de los poetas, de agua agria de Sonsoles, de San Antonio, del Cerrillo, etc.) y lavaderos.

Salimos por la calle Verónica y pronto llegamos a la carretera que baja a Órgiva, cruzamos por ella el puente del río Poqueira junto a la Central Eléctrica de Pampaneira. Seguimos unos metros mas por la carretera para tomar una senda que sale a la derecha y que transcurre bajo a una acequia. Por esta vereda de Cachariche pasamos por cortijos y cruzamos dos barrancos con castaños, hasta que ya en la loma dejando el valle, pasamos la legendaria Venta del Aire, cortijo con sillas en la puerta que forma una calle por donde pasa el camino, y así salimos a una carretera secundaria (que lleva al vivero forestal y también al centro budista O.Sel.Ling “Lugar de la Luz Clara”) por la que subimos unos 300 metros, para dejarla y ya bajar por una senda que va mas arriba de las minas de Fátima y llega al polideportivo y cementerio de Soportújar. Ya por su carretera cruzamos el barranco de la Utrera y nos encontramos con un pequeño pueblo alpujarreño de 230 habitantes.

Soportújar “lugar de soportales” y efectivamente encontraremos “tinaos”, espacios cubiertos entre las calles.

Desde la plaza de Abastos, vamos recorriendo sus calles: la del Reducto junto a la iglesia, que nos lleva por la derecha a la calle Real; la calle de la Fuente, que tiene un muro bajo que permite ver los frutales: los naranjos, olivos, nogales e higueras, con los que cuentan los huertos de Soportújar; y la calle de la Era, por la que pasamos por un depósito de agua.

Nos encaminamos hacia Cáñar tomando un desvío a la derecha y por una vereda empinada subimos, por el principio del Barranquillo, hasta la acequia de los Parrales, llamada así, porque estaba rodeada de viñas. La seguimos en dirección ascendente, pero ya casi llaneando, y pasamos por el molino de los Parrales primero y por el de Cuscurra. Aquí dejamos la acequia para bajar por la vereda hasta el dique 24. Un hermoso mirador nos recibe ofreciéndonos una cascada rodeada de exuberante vegetación, por la que se deslizan sus aguas sobre un muro de 30 metros construido todo en piedra,. Esta zona es un buen lugar para descansar y de por sí es un motivo ya suficiente para recorrer este sendero. Por encima de ella cruzamos el río Chico. Al pasar el dique hay un pequeño camino que nos permite situarnos debajo de la cascada. Al seguir cruzaremos por una especie de terrera que se llegó a formar por el corrimiento de tierra que produjo las lluvias del tormentoso invierno del año 1997. Pasamos por el barranco de Barjas, debajo del cual estaba su poblado que fué destruido por una riada, y más adelante por el paraje de los Sotillos con sus nogueras que tiene encima una hermosa fuente.

Justo antes de llegar al cementerio de Cáñar nos encontramos con una ermita ya abandonada encima de una era. Hasta aquí sacaban la procesión los cañaretes en Semana Santa, y la hacían coincidir con la de Soportújar que la sacaban hasta su era que se ve desde aquí justo enfrente. Las vistas de Soportújar y de las huertas que le rodean son un regalo como recompensa por los pasos andados.

Su Iglesia parroquial Santa Ana está entera blanqueada (tiene un retablo barroco) y junto a ella hay un pilar central octogonal. En esta antigua fuente de la plaza se suele jugar en verano a la “calailla” juego en el que se van echando agua unos a otros.

Es el primer sendero continental con vocación de unir no sólo Europa, sino también África, vía Marruecos. Perteneciendo a la Red Europea de Senderos, se sobrepone a la red de senderos existentes en los países europeos y es la suma de los senderos de Gran Recorrido (GR) de diferentes países. Constituye una propuesta de itinerarios realizados basándose en una misma normativa que regule dicha señalización, siendo esta competencia de la “European Rambler’s Association”.

Los senderos de Gran Recorrido están señalizados mediante unas marcas características consistentes en una raya blanca sobre otra roja y que se sueñen pintar sobre troncos de árboles, piedras, muros o sobre soportes específicos. Existen diversas variantes de estas marcas para indicar continuidad, cambio de dirección o dirección equivocada.

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